Que la Revolución Cubana se distingue por sus resultados paradójicos es cada vez más evidente. Ilustración, deviene fácilmente oscurantismo. Desarrollista, provoca efectos conservadores: el único lugar del mundo donde los coches norteamericanos de los cuarenta y cincuenta no son objetos museables es Cuba. Apologista de la juventud, legará un país de viejos: aquella casona venida a menos del magistral relato de Benítez Rojo, entonces alegoría de una decadente burguesía marginada de la gesta popular, representaría ahora a la propia revolución agonizante, y a esa estatua medio sepultada que pretende adoctrinarnos sobre cómo salvar el mundo desde la otra abuelita decrépita.
Hay, aun, otra de estas paradojas que vale la pena comentar. En un inicio, la Revolución fue, como todas, maravillosa. “Si poesía es maravilla, / hay maravilla en estas cosas nuevas, y basta el testimonio”, decía El Indio Naborí en un poema donde explica que “lo maravilloso es relativo”: para el poeta burgués, amante del imperialismo e identificado con el ocio y la torre de marfil, la maravilla es otras cosas, pero para “los niños de la Sierra / que sólo vieron sombras y cocuyos / es tan maravilloso el alumbrado / que exclaman, contemplando la ciudad escolar / recién alzada en las estribaciones ¡qué bajitas se han puesto las estrellas!”. Ningún documento testimonia mejor ese "puro asombro de los campesinos" que dice Naborí que “Por primera vez”, donde Octavio Cortázar registró el momento precioso en que gracias al cine-móvil los guajiros de las lomas de Baracoa pudieron ver hace cuarenta años las imágenes en movimiento.
Pero he aquí que la revolución, al aislarnos del mundo, nos ha convertido a todos en guajiros maravillados con lo que viene de “afuera”, en una extraña regresión a los tiempos de los aborígenes deslumbrados por los espejitos de los conquistadores. Al visitar por primera vez un supermercado del mundo capitalista, sea en México, en Estados Unidos o en España, un cubano puede alucinar como aquellos guajiros ante el prodigio del cine. Tanta aura le ha restaurado Castro a la comida y a los fungibles en general que se diría que tiene algo de rey Midas perverso: como acaba con todo, es como si convirtiera hasta lo más simple en cosas preciosas...
“Lo maravilloso es relativo”, en eso tenía razón Naborí.
5 comentarios:
"la maravilla es otras cosas": "la maravilla es otra cosa": no escibas rápido y elimina este comentario que yo no puedo.
y no lo maravilloso no es relativo: dejas fuera la ignorancia: elimina también este comentario...
anónimos castristas, jeje. No les hagas caso Duanel. Esto proviene del Segundo Cabo.
Este Rey Midas, todo lo que toca lo convierte en mierda.
Muchos de la extrema izquierda gubernamental, popularmente conocidos por el pseudónimo de los "comecandela" ( stalinistas 100%, acomodados, y temerosos de perder sus puestos e influencias) y sus aliados incondicionales de la extrema derecha de Miami se han unido, como de costumbre, para como un solo puño propinar un golpe mortal a Soledad Cruz, quien ha dicho muchas verdades, ese es su mérito!
No importa quién diga la verdad, lo que importa es el contenido de esa verdad, y a quién beneficia. En resumen, no importa quién, sino a quién. Cuándo lo comprenderán?
Por supuesto Soledad no puede atreverse a hablar de las tortutras con aceite de ricino, sicotrópicos, y "actos de repudio" (lease golpizas), a que son sometidos las personas que como el que escribe, se atreven a expresar un punto de vista independiente del punto de vista del Estado.
El problema de Fidel Castro es que ha tratado de superar el Imperialismo Yankee utilizando los mismos metodos inescrupulosos que utilizan los imperialistas.
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