martes, 20 de marzo de 2007

Límites del deshielo tropical. (Notas sobre nacionalismo, ideología y política cultural en la Cuba poscomunista)(6 y final)

Llega, pues, el momento de afirmar que lo cubano, como ha dicho muy oportunamente Rolando Sánchez Mejías recordando a aquel personaje de Miguel de Marcos que criticaba el lema de la campaña electoral de Grau San Martín, es el timo del siglo. Es, también, diríamos parafraseando ahora al Nietszche de El crepúsculo de los ídolos, una fábula, una a la que hay que oponer el mundo, este sí verdadero, de los hechos desnudos: esa physis por debajo de la cual no hay nada más que mitos ideológicos e idealismos interesados. Esos “jugos subterráneos de lo cubano” que al decir de Abel Prieto no puede captar Cabrera Infante, esa “cubanía más honda, la cubanía de la resistencia, la que acumula creación y espíritu para la patria”, no son, como la “Cuba secreta” a la que gustan referirse algunos discípulos de Vitier, sino fábulas ideológicas. La identidad, ese imponderable misterio que tanto mencionan los periodistas de la mesa redonda y los ideólogos de turno, no hace sino enmascarar la otra identidad que al régimen le interesa mantener: aquella que existe entre sí mismo y la nación.

De ahí la necesidad de abandonar el camino real de “lo cubano en la poesía” por otros trillos manigueros: líneas de fuga señaladas no por ninguna moda teórica sino por nuestra experiencia histórica. A esa identidad nacional que intelectuales como Rosa Miriam Elizalde, Enrique Ubieta y Omar Pérez oponen a la tendencia desintegradora del posmodernismo, debemos oponer a nuestra vez la exterioridad radical que es condición de toda crítica de fondo. “No son extranjeros en ningún sentido: ni física ni espiritualmente”, dice Ubieta de los colaboradores de una antología que, sin declararlo, replica evidentemente a Cuba y el día después, coordinada en el exilio por Iván de la Nuez. Pero a esa positividad que propugna Vivir y pensar en Cuba, al “fuerte arraigo nacional” destacado por John Kirk en su introducción a unas complacientes Conversaciones en La Habana, conviene oponer algo parecido a la respuesta de Kristeva a la xenofobia: una que trasciende los límites de la tolerancia humanista al declarar que en realidad todos somos extranjeros, pues somos “extranjeros a nosotros mismos”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho como escribes, no pensé que hubiera en la actualidad gente como tu.Me gustaria conocerte.Mi correo es pluton_28@hotmail.com
Saludos.