Resulta francamente lamentable, pero la persistencia de la fascinación por la Revolución Cubana puede aun sorprendernos. Así me ocurrió hace más o menos un año, cuando el zapping me deparó varias pruebas de ello en algunos programas de las televisiones españolas.
No me extrañó, desde luego, que Diego Armando Maradona, invitado por una cadena privada para comentar el Mundial de fútbol, sacara a relucir, para perplejidad de sus entrevistadores, su fanática admiración por Fidel Castro. Cuando le preguntaron que, aparte del Comandante, con qué otra figura mundial de las que ha conocido se quedaba, ha dicho que ¡Gadafi! El Pelusa, no puede negarse, deja bien claro por dónde van sus simpatías políticas. Sorprende, sin embargo, que alguien tan lúcido como el ex-vicepresidente español Alfonso Guerra, interrogado por el escritor Fernando Sánchez Fragó sobre si el régimen cubano era un “fascismo de izquierdas”, respondiera que Castro es muy inteligente y respetuoso del criterio de los demás, solo que el hecho de estar siempre rodeado de una claque de mediocres aduladores lo ha perjudicado al privarlo de la necesaria confrontación de ideas. ¡Cómo si no hubiera sido el mismo Comandante en Jefe quien se ha ocupado, a lo largo de más de cuatro décadas, de eliminar toda oposición!
Igual de inesperado fue oír, en un interesante programa de entrevistas de la Televisión Española, a Roby Graco Rosa, autor de algunos de los éxitos de Ricky Martin como “Living la vida loca” y “La copa de la vida”, decir categóricamente que Cuba, a donde viajó recientemente, será el país del futuro; que nunca vio una juventud tan creativa, capaz de hacer cosas con las manos; que no tienen Wallmart pero mejor... Sabido es el proceso de captación de músicos más o menos “antisistema” que viene realizando La Habana desde hace algunos años: medios oficiales como La jiribilla han cubierto ampliamente los conciertos ofrecidos en la Tribuna Antimperialista por grupos de rock de segunda categoría o venidos a menos. Que artistas de tendencias contraculturales se sientan a gusto con un régimen tan represivo de las libertades individuales como el cubano sigue siendo tan chocante como poco novedoso.
Es un hecho: el radical rechazo a una democracia liberal considerada como prosaica y enajenante puede llevar a artistas e intelectuales “progre” a identificarse con los totalitarismos de izquierda. Recordemos el idilio de los surrealistas con la Revolución en los primeros años: André Pierre de Mandiargues, Michel Leiris, el propio Breton. El caso Padilla sirvió para que muchos abrieran los ojos y retiraran su apoyo; antes, otro sonado incidente como la expulsión de Allen Ginsberg de Cuba por sus comentarios homosexuales sobre el Che Guevara y su elogio de las drogas, había dejado bien claro que el sistema instalado en la Isla, en muchos aspectos más represivo que el orden burgués que decía superar, poco tenía que ver con el hippismo y mucho con el estalinismo.
Pero el mito del buen salvaje, uno de los más arraigados del Occidente moderno, ha seguido alimentando el discurso apologético de la Cuba castrista de intelectuales cómodamente instalados en el bienestar material y las libertades individuales que aseguran en sus países la democracia capitalista. Si el caso Padilla provocó un cisma definitivo en la identificación de la intelligentsia de izquierda con el gobierno de Castro, la caída del muro de Berlín, que significó el fin de la guerra fría a nivel internacional y el advenimiento del “período especial” en Cuba, ciertamente ha propiciado un nuevo brote de miradas rosseaunianas sobre la Isla. Convertido en último reducto del socialismo en el Occidente del “fin de la historia”, el castrismo renueva su barroca representación del papel de Utopía en el teatro de la historia universal.
Buen ejemplo de ello es la tira que Bill Grifith, un exitoso autor de comics vinculado a los movimientos contestatarios de los sesenta y setenta en Estados Unidos, publicó luego de visitar la Isla a mediados de los años noventa. (“Cuba Uncovered”, Zippy Quaterly, San Francisco, mayo de 1995). Mientras Zippy the Pinhead, prototipo del norteamericano inculto y alienado por el consumismo, echa de menos los McDonalds y Pizza Huts, Griffy, alter ego del autor, encuentra en Cuba “el único lugar del mundo no contaminado por el consumismo norteamericano”. En vez de la mezquindad de la televisión banal y publicitaria, una suerte de “inocencia pretelevisiva”. En vez del intelecto, la emoción y la humanidad. En vez del consumo, la vida auténtica.
Hay quizás algo de ironía en la tira de Grifith. No hay, sin embargo, ni gota en las observaciones del filósofo español Santiago Alba, cuya elocuencia merece la extensión de la cita. “Se camina por las calles arboladas del Vedado o por el barrio un poco pueblerino de Guanabacoa o incluso entre los soportales sudados de Habana-Centro y se siente enseguida un bienestar físico, el paso se ralentiza, la respiración se acompasa, la piel se suaviza, el oído se agudiza, el tacto avanza, la úlcera se calma, la migraña cede, la miopía se cura, e inseparable de esta milagrosa vuelta a la salud se percibe con sorpresa –como una floración– que aquí hay más hombres y más cosas que en otras partes del mundo: es sencillamente que no hay publicidad.” Y continúa: “Se sube a la azotea de una modesta casa de la calle Chávez, por encima de la ciudad adormecida, acariciada por una tímida luz amarillenta, y se siente enseguida, cabeza arriba, la fragilidad del compañero, la necesidad de cuidar a alguien, la fortuna de otra voz, la llamada de un argumento, la urgencia de narrar un cuento, la capacidad para inventar un teorema: es que se ha hecho realmente de noche. La Revolución, por así decirlo, ha liberado las caras y ha nacionalizado las estrellas.”
Más allá de la hipérbole en que el sentido figurado se confunde con la cursilería, la tesis es clara: la falta de publicidad proporciona automáticamente una vuelta a la salud y nos devuelve la noche –y por extensión el mundo y la humanidad– que han sido escamoteados a la gente por las luces artificiales del capitalismo posindustrial. Lástima que el grueso de los españoles que visitan Cuba no sean tan sensibles como Alba; lo que encuentran en la Isla es otro tipo de Jauja: sexo barato y una acogida que, más que a la hospitalidad del cubano, se debe a la importancia que les otorga el mero hecho de llegar con algunos dólares y baratijas a un país donde la moneda nacional no vale para nada y la mayoría de las personas no han puesto un pie en el extranjero. Si este turismo sexual refleja inequívocamente la verdadera cara de la miseria cubana, esto es, el estado denigrante en que la dictadura ha reducido a los cubanos, las elucubraciones de Santiago Alba no hacen sino convertir la necesidad en libertad y de paso a los cubanos –que no soportan, como él afirma, las privaciones “a conciencia”, sino porque no tienen más remedio– en conejillos de Indias de un lamentable laboratorio de falaces esperanzas altermundistas.
Las miserias de la vida cotidiana en la Cuba del “período especial” son fácilmente sublimadas por este tipo de romanticismo anticapitalista. Ante la profusión de bicicletas, Griffy afirma que la falta de petróleo tiene sus ventajas: la liberación de la “tiranía del automóvil”. Otro tanto podría decirse, por ejemplo, de los apagones, que al liberarnos de la tiranía de las luces eléctricas nos permitirían regresar a las velas y las lámparas de queroseno. Y, como dice Bachelard en La llama de una vela, “con la lámpara volvemos a la guarida de la ensoñación de las casas de antaño”.
Una mentalidad así de reaccionaria, como la del propio Alba, podrá encontrar en ese regreso todo un hontanar de autenticidad, una valiosa posibilidad de recuperar el auténtico mundo material escamoteado por el capitalismo: al apartarnos de la televisión, que no hace sino suplantar fraudulentamente el mundo real, y acercarnos a las lámparas que a diferencia de los bombillos nos devuelven la mirada, el apagón será ocasión propicia para reunirnos en torno de ellas y, como nuestros antepasados alrededor de la hoguera, contar un cuento. Llama y relato, hogar y ensoñación: todo ello, cimiento de la verdadera comunidad que el mercado y la publicidad destruyen, nos devolverá la familiaridad con lo que Bachelard llama “la sencillez primera de las cosas”.
La apología de la pobreza que deriva de tales argumentos confluye, desde luego, con la celebración católica y nacionalista de la “pobreza irradiante” que Cintio Vitier ha oportunamente realizado en sus intervenciones como ideólogo maestro del “período especial”. “La pobreza como austeridad y decoro, virtud fundadora de nuestros mejores hombres, tradicional “sensatez” de la familia media cubana, –ha dicho Vitier– es un valor que debemos seguir oponiendo a la insensatez consumista convertida en “modelo” mundial por Norteamérica.” Muchas son las fuentes ideológicas de este tópico origenista: Juan Ramón Jiménez, Rilke, Leon Bloy. En el empalme de cristianismo y socialismo, realizado por Vitier a fines de los sesenta e interpretado como su verdadera conversión a la religión del Hijo de Dios, el maestro es Ernesto Cardenal.
Se trata, tanto en el caso de Vitier como en el de Alba, de discursos que retienen de la derecha clásica, anticapitalista, tópicos fundamentales como el de la autenticidad de la lentitud y, sobre todo, la necesidad del límite: para Santiago Alba el ascetismo, garantizando la “finitud irremplazable de la tierra, es la condición misma de toda alegría y de toda civilización”. “En Cuba –ha escrito Alba– faltan cosas, pero no muchas, quizás sólo una o una y media, y estoy seguro de que cuando les permitan respirar, cuando puedan liberar toda su potencia acumulada de la mordaza imperialista, la alegría y la civilización seguirán asociadas a esta idea de la “bastanza” comunicativa, de la poquedad multiplicadora en cuyos bordes germinan salvajemente el ingenio, la solidaridad, el amor y el sentido común.”
Algunas de estas características que atribuyen a los cubanos las visiones utópicas reaparecen, lamentablemente, en otros acercamientos a la Cuba actual que para nada constituyen apologías del régimen castrista. Es el caso del documental Mecaniqueros, de Joanne Michna (Canal ARTE, Francia 2005). Esta película se propone testimoniar las dificultades de la vida en Cuba siguiendo las rutinas de tres jóvenes “luchadores” que se buscan la vida como pueden al margen del estado. Aunque la tesis de que la sobrevivencia del cubano de a pie depende en la mayoría de los casos de una iniciativa individual situada siempre más o menos fuera de la ley es cierta, algunos de los modi operandi de estos buscavidas de Centro Habana resultan ciertamente inverosímiles para cualquiera que haya vivido en Cuba los últimos años.
Por ejemplo, una mujer de escasos recursos le encarga a los “mecaniqueros” que le preparen la fiesta de quince de su hija. Ellos “contratan” para amenizarla a un grupo de músicos que en vez de cobrar en dinero por sus servicios, piden a cambio de ellos un poco de oro para ponerse en los dientes. Además, para conseguir el vestido que va usar la quinceañera el “mecaniquero” al frente de los preparativos va a ver a una costurera del barrio que le enseña dos vestidos que, como por casualidad, tiene allí en ese momento; el joven escoge él mismo el que mejor le parece y luego aparece la muchacha luciéndolo en la tradicional sesión de fotos.
Señalo la falta de verosimilitud de todo esto –hay en Cuba gente especializada en alquilar esos tipo de trajes, y quien lo escoge es, desde luego, quien lo va a usar, y nunca alguien contratado para organizar la fiesta– porque no creo que se trate de detalles sin significación, sino de índices de la voluntad de la autora de presentar la “economía” de la vida cotidiana en Cuba como un estado anterior a la especialización capitalista. ¿No es significativo que los músicos no pidan dinero sino oro? Acaso también tiene que ver con esto el hecho de que la casa de uno de los jóvenes se convierte, con un sencillo cambio de muebles, en restaurante improvisado. No digo que no haya en Cuba “paladares” así, sino que, en el contexto del documental, esta falta de especialización de los espacios refuerza la mirada primivista de los realizadores. Otro detalle significativo: uno de los “mecaniqueros” necesita un encendedor de tubos de luz fría y su colega lo manda a ver a un señor mayor que, sin conocerlo, le hace uno a partir de un tubo de pasta de dientes usado y se lo da sin cobrarle nada.
¿No se sugiere así que la carencia produce, por un lado, creatividad, y, por otro, solidaridad? Hay aquí, en mi opinión, cierta estetización de la pobreza que, si bien no convierte la necesidad en libertad, como muchos apologistas del régimen cubano, sí la troca en virtud, con lo que también falsea no poco la realidad. Es justo por esto por lo que uno de los castristas españoles, a pesar de criticar el documental, puede encontrar en él evidencias de la supuesta ejemplaridad de la sociedad cubana. Aunque afirma que en Mecaniqueros no se hace referencia a la causa de las privaciones de la gente, que según él es el embargo norteamericano, ni tampoco a lo que “explica tanta felicidad en la escasez”, que es “la cartilla de racionamiento que garantiza la nutrición básica de los menores y ancianos, así como más de un tercio de las necesidades mensuales de comida y otros enseres de un adulto”, Javier Mestre ve en el film pruebas de la superioridad de la vida en Cuba. “¿Y qué es mejor? ¿Hacer interruptores con envases de pasta de dientes o tirarlos a la basura en el círculo infernal del consumo capitalista que está acabando con el planeta? (...) En Cuba, el bloqueo tiene el efecto secundario de mostrar la senda de la sostenibilidad de la sociedad humana. Todo ese ingenio da el valor que merecen a las cosas y ahorra contaminación y malgasto de los recursos naturales.”
Los comentarios sobre esta legitimación ecologista de la pobreza cubana sobran, desde luego. No está de más, sin embargo, recordar una vez más que la pobreza no genera creatividad ni solidaridad sino violencia y frustración. Los salvajes no siempre son buenos, ni realmente productivo el ingenio aplicado a la inmediata sobrevivencia.
15 comentarios:
1. La “legitimación ecologista de la pobreza cubana” no es más que el resultado del reconocimiento que reciben los intelectuales que visitan la Isla. Es natural que la elogien de forma tan desmedida mucho más después de que en Viena no les han ofrecido ni un cucurucho de salchichas. Hablemos de cosas menos serias. Después de revisar el “PM: sueño y pesadilla”, acepto tu invitación de “Desventuras de la "conciencia crítica" en la Cuba del "sí"”, sobre todo por el insistente recurso a ese artificio afrancesado, after-Sartre, útil pero ficticio de que “La creación de la UNEAC marcó el comienzo de un proceso de institucionalización de la cultura que, acelerado a partir de 1968, culminaría en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, celebrado en mayo de 1971”. Menos me deslumbra la nube franquista que recuperas al afirmar que “Lunes de Revolución” “representa cabalmente el espíritu de esa etapa inicial […]”. Debo reconocer que eres muy consecuente cuando aseveras que desde 1961 hasta 1971 se suceden debates “en torno a los límites de la libertad de creación, los valores del arte moderno y el papel del intelectual en la nueva sociedad socialista”. Y que eres muy prolijo cuando describes un épico debate entre el “antidogmatismo revolucionario” y el “dogmatismo marxista y antiintelectualista”, hasta que en 1971 se produce la debacle del “fin de toda polémica y el triunfo de un dogmatismo de corte estalinista que decretó el ostracismo para un importante grupo de escritores e intelectuales cubanos”. Llego a la conclusión de que eres infalible en tus errores.
2. Es necesario que despeje el humo. Otra vez problemas de método, en esta ocasión no tanto de interpretación como de investigación. El reconocimiento a cambio de la participación es la clave, recuérdala y comienzo. En ambos ensayos partes, como todos los seguidores del exterior y como todos ellos del interior, del discurso de FC en la biblioteca y de los sucesos posteriores a 1961, y describes muy prolijo un transcurrir centrado en la cuestión de la autonomía del arte frente al compromiso social. El error que cometes, que cometen muchos, casi todos por intereses, es el de diferir al 30 de junio de 1961 la política cultural que se instaura desde el primero de enero de 1959. Debo repetirme pero no hay remedio: desde el primer día entró a funcionar un sistema de control de la producción, la circulación y el empleo de la cultura que asimilaba y superaba las desordenadas y poco eficaces disposiciones de los regímenes anteriores. La eficacia de los medios masivos de comunicación, sobre todo de la televisión y la radio y de los periódicos y las revistas, y también del cine, todos canales idóneos para la propaganda, no resultó inadvertida. La potencial peligrosidad de estos medios siempre fue manifiesta para el poder que decidió desde el primer día tenerlos bien controlados. No debes olvidar que desde el primer día todos los medios de comunicación tenían interventores que dirigidos por Franqui tenían como función eliminar cualquier tipo de información que impidiera la toma del poder (busca “Interventores” en Revolución, año 2, número 25, domingo, 4 de enero de 1959, primera página). La efectividad de la política cultural impuesta es el resultado de su simplicidad. Se impone el compromiso social como boleto de entrada a la considerable industria cultural de la revolución. La aprobación del régimen de sus sueños a cambio de inimaginables oportunidades de proyección. Dilema ético al intelectual: la aceptación del modelo impuesto con todos los beneficios y castigos que conlleva o la renuncia a su condición con la distancia, el ostracismo y el anonimato que esta implica. Se trata de una política que se acopla bien a la idiosincrasia de los intelectuales y fue rápidamente comprendida por ellos. Y desde el primero de enero comenzaron a publicar cartas apoyando los actos políticos de la revolución o reclamando su radicalización o pidiendo más fusilamientos. Y todos aceptaron la propuesta (busca, por ejemplo, por su extensa cantidad de firmas, la “Carta abierta de intelectuales y artistas cubanos al presidente Urrutia”, en Revolución, año 2, número 53, miércoles, 4 de febrero de 1959, página 14). Una singularidad de esta política cultural de la revolución ha sido su consistencia aunque de cuando en cuando han tenido que repetirla, un precio mínimo necesario para controlar los impulsos desmedidos de los intelectuales cubanos, que a veces quieren tomar el corral por asalto. Pero con un recordatorio se calla la manada. Esta visión del marco ya te la he indicado, pero insistes en tus desvaríos.
3. En ambos ensayos tomas como punto de partida el caso “PM” y el no tan inmediato cierre de “Lunes”. De manera independiente a que el asunto “PM” fue producto de una torpe lucha interna fuera de control, su prohibición no fue de ningún modo un hecho extraordinario o imprevisible. No inaugura absolutamente nada. Es consistente con la política anterior. No fue la primera vez que se intervenía en un film y en derecho es lícito recurrir a antecedentes. Recuérdalo. Y hubiera sido mucho más persuasivo mencionar el antecedente directamente, pero hubiera sido reconocer abiertamente que la autonomía del arte, la libertad de expresión y la conciencia crítica habían desaparecido en todas sus variantes menos una desde el primer día. Tamaño error en un momento donde sólo era necesario apagar la fogata. De cualquier forma, todos los presentes conocían este antecedente y con FC las cosas se hacen y apenas se sugieren entrelíneas. Recuerda que es tan válido interpretar “PM” como un experimento formal como considerarlo una representación de una sección marginal del pueblo que se divierte tomando, bailando y peleando en clubes de mala muerte, de gente negra que dos años y medio después no ha sido transformada en lo esencial por el milagro revolucionario. Tamaño fracaso del gallego. La clave aquí no es el film sino el poder que lo interpreta. Y el poder, indiferente en principio ante “PM”, decidió aceptar, tras las cortinas, en búsqueda de una solución, la versión de Guevara, de que se trataba de una inapropiada imagen del pueblo.
4. Para el antecedente debemos dirigimos a la mesa del primer día: “Hay que evitar filmen películas difamatorias: no se nos puede presentar a través del cine como un pueblo inculto, chabacano y que se desvirtúe la Revolución”. No es un titular del periódico “Hoy” con motivo de “PM”. Se trata de una entrevista al Dr. Cesar Blanco, director de Orden Público, publicada en la primera plana del periódico Revolución (año 2, número 112), el jueves, 16 de abril de 1959, a partir de la intervención estatal en la filmación de “Our man in Habana”. Y te transcribo una sección de la entrevista: “En esta oportunidad el Gobierno Revolucionario a través de sus funcionarios responsables, y velando por el buen nombre del país, interviene legalmente en una cuestión que, como se ha anotado antes, redundaría en perjuicio de la nación […]”. Más adelante agrega: “Se trata de hacer justicia. Y para ello la delegada del Ministro de Gobernación autorizará, rechazará, prohibirá o suprimirá los pasajes o escenas que estime impropios, a fin de velar para que no resulten lesivos a los sentimientos de solidaridad nacional que inspiran al pueblo cubano y que se lleven a otras latitudes ideas distorsionadas de la gesta magnífica que reintegró sus derechos y su libertad a la ciudadanía. Si ello no se ajusta a este espíritu no se podrá filmar la película y serán ocupadas y destruidas todas las escenas que no sometan a la consideración de la Comisión Revisora”. Y una gran advertencia a la futura “PM”: “Que no sólo en esta ocasión sino en cuantas oportunidades haya que intervenir, los funcionarios de Gobernación intervendrán para evitar que se filmen películas en que el pueblo cubano sea tratado con tan poca consideración”. Un dato muy curioso: la entrevista menciona “al compañero Alfredo Guevara […] quien le hizo cuarenta y tantas modificaciones al guión”. Tal vez si los Infante hubieran seguido esta norma publicada por Franqui, y hubieran sometido su guión a la autoridad de Guevara, hubieran tenido la oportunidad, como sus amigos Alea, Espinosa y Canel, de seguir mortificando a todos con sus peliculitas. ¿Enterramos, pues, el asunto “PM”?
5. Y una patada necesaria para los intelectuales que te leen. Se trata de antecedentes esenciales que siempre saltan. Es posible que se trate de una cuestión de método. Es posible también que el mínimo mundo de lectores dentro del que se mueven sea incapaz de asimilar cambios tan bruscos. Y es muy posible que sean incapaces por miedo a la marginación de condenar a su gremio. Pero me resulta curioso que todos hayan revisado los periódicos del principio y sólo vean flores, tal vez porque se detienen ante las firmas de Virgilio, de Cabrera Infante, de Retamar, de Lisandro, de Sarduy, et al. Tal parece que los intelectuales sólo reconocen a otros intelectuales y todos dentro del pozo, no sé si cantando, construyen su historia entre paredes circulares, con el agua sobre el cuello. Tal parece que no comprenden que sólo cuentan para los censores. Recuerda la marca: Glenlivet Archive 21. Me la debes aunque sea yo el que te convide.
Coñooo... seguimos con las trancas y las descargas...
Censor, no tengo ahora tiempo para responder a tus numerosos reparos (las "pegas" que decía yo el otro día). Sólo quiero, después de insistir en que mi tesis de que la creación de la UNEAC inició un proceso que culminó en 1971 puede estar equivocada pero no tiene nada que ver con un "artificio afrancesado", aclarar que ese ensaayo publicado en Otro lunes fue escrito en enero de 2004, para la antología La utopía vacía: intelectuales y poder en Cuba, coordinada por Carlos Aguilera y publicada en Austria en 2005, y de entonces acá han cambiado no mis ideas centrales pero sí algunos matices. Esos artículos de Revolución, y sobre todo el apoyo de los intelectuales a los fusilamientos, arrojan mucha luz y deben ser más tenidos en cuenta, pero este es un ensayo básicamente esquemático e informativo, donde me limito a "contar" esos debates de los sesenta y los hitos fundamentales de la historia de los encuentros y desencuentros de los intelectuales con la Revolución. Ya volveré sobre tus reparos, pero insisto en que tu tesis según la cual todo estaba ahí desde el primer día es profundamente antihistórica, pues las intenciones pudieron estar ahí, pero su plena realización fue todo un proceso que es el que, en mi opinión, culmina en 1971. Recuerda que los periódicos y revistas fueron nacionalizados en abril de 1960, y hasta ese momento sí se manifestaba en ellos una oposición al gobierno revolucionario. Con lo de "Glenlivet Archive 21" me dejas más bota'o que con lo de la artista de los sesenta. por cierto, ¿será Marta Strada?
Creo se debiera indagar sobre la sicología del personaje protagónico de esta historia. El Magno era un héroe, en su cabeza el estaba protagonizando su epopeya, es por eso que la visión poco ortodoxa de PM de reflejar el comportamiendo del pueblo entraba en contradicción con la visión del pueblo "heróico", vencedor de Girón, el que le inflinge la mayor derrota al imperialsimo, etc. Para un dictador como FC, cuando los hechos no concuerdan con su epopeya, pues los cambia o los oculta. Es por eso que en la prensa cubana no hay crónica roja, no hay noticias sobre los casos de corrupción, asesinatos, traiciones, etc y cuando estos casos aparecen obligados por las circuntancias casi siempre externas (prensa internacional, etc) tienen un enfoque demonizante sobre sus autores y se le excluye de eso que se llama pueblo, son contrarevolucionarios, gusanos, escorias, etc. Un héroe impoluto necesista un pueblo impoluto y cuando aparecen algunas manchas, es necesario separarlas para que el pueblo siga siendo impoluto y digno de su jefe intachable. Por otro lado es un rasgo común a todas las dictaduras. En el ideal Hitleriano se blanqueaba a los alemanes más de lo que eran en realidad, empezando por el Fuhrer, quien llegó a concebir y a desarrollar toda una industria para la eliminación de las "impurezas". Esparta quizás sea el ejemplo de la antigüedad clásica.
Por ser un material anterior el asunto no tiene más importancia aunque saltes el caso de censura de abril de 1959 y tengas poca información en relación con los periódicos (cerraron cinco el primer día, sobre todo Alerta, y antes del cierre del resto la oposición fue, por varias razones, sumamente suave; la forma idónea para comprender la desaparición de la prensa es estudiar la evolución de Manolo Braña ante la revolución). Debes tenerlo muy en cuenta en el futuro. Regresaré, sin embargo, a la cuestión "antihistórica" otro día. Me parece que te proyectas desde una posición de determinismo historicista y es necesario moverte, al menos, a Dilthey. La Strada no fue la única pero fue la más emblemática de todas las cerradas. Fue muy popular pero un buen día se atrevió a criticar las recogidas y la UMAP en un concierto. Esa fue la gota que lleno al Estado y Serguera le pasó la planadora. Lo del Glenlivet 21 es un chiste logrado a uno de tus lectores: siempre sabe y aparece cuando tengo alguna.
Estimado Censor, parapetarse tras el “determinismo histórico” no es ni tan pecaminoso ni tan infrecuente, y debe reconocerle a Duanel que al menos gestualiza con Gracia. Yo soy de los que atribuyen a Marx un lamentable sesgo determinista que no supo resistir de Hegel, a quien –dicho sea de paso- también sustrayó los fundamentos de la dialéctica. Siendo serios, el materialismo no alcanza a negar el determinismo histórico –zancadilla de la Escuela cubana- sino que por esta vía empalma el idealismo protocapitalista con la economía socialista. Bonita vajilla para servinos el potaje Cuba... lo que falta es optar –con algo de intuición- entre el tenedor o la cuchara; pero ese trajín lo dejo a ustedes, que no me alcanza el marcapasos para la disyuntiva.
Sin embargo, aquello del “progreso inevitable” –reconozco- ha seducido por generaciones a los cubanólogos. Entre hacer el tonto desde el principio e irlo haciendo gradualmente, no queda margen de duda. Asumir la represión como un advenimiento, como el resultado de una penosísima década de gestación, más que una estocada contructivista, es un artilugio autocomplaciente. En todo caso, desajusta con la teoría duanélica del comunismo como pilastra ideológica, preconcebida y fundamental de la revolución cubana, para coquetear con la perspectiva del coyunturalismo o el evolucionismo histórico del castrismo. Saludable sería, distinguir entre un proceso de radicalización gradualmente perceptible, y una estratagema –detrás, aunque también explícita- temprana y menos pública.
Parafraseando a Heidegger: “La angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la (Nada)” invención.
Gracias Caminante, por tu defensa, aunque, en realidad, con defensores así... je, je. al margen de la poca o mucha gracia con que "gestualizo", quiero aclarar que no he dicho que la represión sea el resultado de una década, sino que en 1971 culminó un proceso iniciado diez años antes, cuando por vez primera los propios partidarios de la revolución socialista fueron "decapitados" por la guillotina que habían contribuido a engrasar y afilar. Antes, fueron los que "otros", los enemigos de la revolución socialistas los que fueron "nacionalizados". Y el proceso que intento describir, que comienza en 1961 y termina diez años después, es justo la ampliación de ese espacio de los "otros" y la reducción de los límites de la legalidad.
Sin dudas, caminante, tienes razón, no parece ser un error mayor por lo común. Pero la precisión es una virtud y por tratarse del único rescatable de los posteriores al ochenta se le debe purificar, o al menos evitar que se malogre. Aunque es una esponja, critica y a pesar de mi insistencia, no suelta el método que sin remedio lo lleva al “artilugio autocomplaciente”. No se puede estudiar la política cultural de la revolución sin decidir primero cómo estudiarla. Pienso que todos estamos de acuerdo en que la historia intelectual debe ser estudiada lo más inteligentemente posible. Y lo más exactamente posible: no debemos dejar de considerar ningún detalle, por ínfimo que parezca. Lo más inteligentemente posible en nuestro estudio exacto de cada detalle, no debemos perder de vista la totalidad; no debemos, ni por un instante, perder de vista el tronco por los árboles. Son términos generales demasiado básicos, pero dejan de ser triviales si se presta atención a ellos cuando se estudia: la tentación a perderse en detalles o a saltar los detalles siempre está con nosotros. “PM” deja de significar cuando se tiene en cuenta lo sucedido a “Our man in Habana”. Regresaré al método mañana. Por ahora sigo mi con Glenlivet.
Aunque palabras a los intelectuales (1961) y el Congreso de Educación y cultura (1971) sirvan de comodos hitos referenciales a los teóricos, no significan que la política cultural de la Revolución empezó y terminó en esas fechas ni con esos eventos. Duanel tú mismo has aportado documentos reveladores de todo un proceso de evolución de esa política. Creo que aferrándote a estos hitos, le haces el juego (como esta frase siempre está de moda) a la dictadura y a sus representantes culturales como San Ambrosio, enmarcando el fenómeno represivo a una determinda época o evento. La represión y el control de los medios de comunicación son condiciones indispensables de las dictaduras y evolucionan en la misma medida en que estas lo hacen, a veces más solapadamente y a veces descaradamente. Hubo un Primer Congreso de Educación y Cultura, ¿por qué no hubo un Segundo y un Tercero? Porque la dictdura buscó otras fórmulas para ejercer el control de una manera más disimulada a la miradas externas.
Uno de los grandes problemas a los que se ha enfrentado el mundo occidental durante siglos ha sido el de la Educación y la Salud generalizada y el de la seguridad de los ciudadanos. Ese es su sueño y cuando van a un país que tiene o tenía garantizado estos tres problemas en lo fundamental, para ellos este es el Paraiso, la realización de sus sueños, aunque todo lo demás se esté cayendo a pedazos. Cuando alguien va a África Nega y luego a Cuba no compara Cuba con respecto a como el país debía estar en consecuencia de su desarrollo histórico, sino con los países más pobres del mundo. Hará un par de años escuche decir a un politico sudáfricano que en Cuba había mucha pobreza, pero que... Educación, Salubridad, Seguridad...
Por otro lado la relación con la Cuba castrista, da prestigio a todo el que quiera iniciar una carrera política en America Latina, como el antimperialismo en AL es endémico, cualquiera que iba a Cuba tenía los avales necesarios para lanzarse en sus país y también está el morbo, Cuba es como los burdeles, es un negocio feo, hasta denigrante, pero necesario, sobre todo si produce dinero y en el mercado hay todo tipo de público. Está demostrado que el 60% de los rusos anhelan la dictadura e Isis dice que los Ossis anhelan la RDA y que hay toda una industria para producir las marcas antiguas. Es desalentador pero es.
El mundo no se cambia en un día ni con unas cuantas palabras. Mira, ahora Zapatero está recogiendo los frutos de toda las porquerías que hizo durante 3 años y para colmo desde la Habana les humillan y les llaman patéticos.
Sí, creo de que trates de explicar todo con el comunismo le resta mucho a tu pensamiento. Es una orejera que tienes puesta y que no te deja mirar para los lados.
Creo que debieras indagar también sobre la suavidad de la oposición en la prensa que menciona el censor.
Yo pienso que el régimen de Fidel Castro ha ido evolucionando en la medida que lo ha hecho el propio dictador y de acuerdo a circuntacias internacionales. Al principio era un joven rebelde con muy pocos conocimientos de casi todo y poca experiencai política y recabó el apoyo de todos, a medida que fue sintiéndose fuerte, fue dejando al lado del camino a quienes lo habían apoyado al principio, a los más peligrosos, los más inteligentes, políticos, profesionales, intelectuales, etc. Es como un pichón de cuclillo, que bota a los otros polluelos del nido para sobrevivir el de la madre adoptiva (La URSS, Venezuela, etc) sólo que este cuclillo nunca aprendió a volar y se ha convertido en un parásito.
Despacho primero lo [menos] importante: “[…] en 1971 culminó un proceso iniciado diez años antes, cuando por vez primera los propios partidarios de la revolución socialista fueron "decapitados" por la guillotina que habían contribuido a engrasar y afilar. Antes, fueron los ‘otros’, los enemigos de la revolución socialista, los que fueron ‘nacionalizados’. Al mencionar el socialismo complicas aun más toda la situación, pues no debes olvidar que la política cubana desde 1933 fue socialista, sobre todo la de Batista. Trato de fortalecer tu argumento para rebatirlo pero es imposible, es un argumento francamente flojo. No puedo imaginarme a quiénes te refieres como los “otros”. No creo que sea a Baquero, Vasconcelos, Valderrama, et al, que por su integración como funcionarios del gobierno de Batista estaban fuera desde el primer día. Tal vez te refieras a Mañach, Valdespino, Agramonte, H. Piñera, et al, que fueron situados, o “nacionalizados”, mucho antes de 1961. Pero son ejemplos deficientes, pues todos eran revolucionarios y sus ideas, si las tenían, se confundían con las del socialismo, como amantes del gran estado benefactor. Los que menciono, y muchos más, contribuyeron no importa si más o menos a “engrasar y afilar” la guillotina que mencionas. De hecho, y desde el primer día, los intelectuales cubanos eran revolucionarios o apoyaban la revolución socialista o, mejor, se acercaron a ella en busca de beneficios. He pensado en mejorarlo con la etiqueta de “intelectuales partidistas” pero también es un camino sin salida pues fueron los ideólogos e intelectuales del PSP los primeros marginados: si bien sirvieron como funcionarios secundarios, nunca ocuparon posiciones centrales dentro del aparato cultural, estatal o militar. Marinello no fue ministro de educación, el puesto fue a parar al impulsivo de Hart. Ahora tratemos cosas [menos] serias. Indicas que mi comentario anterior es “antihistórico”. Pero qué puede significar antihistórico en este contexto. Es precisamente lo que haces y explico. Antihistórico es ante todo una interpretación idealizada del pasado. Puede tratarse de un modelo (progresivista) que no intente comprender el pasado exactamente como era comprendido en su momento, sino desde un punto de vista posterior que considera superior. También puede describir las interpretaciones que reducen todas las expresiones de una época al espíritu de su tiempo. A pesar de que se proyecta hacia la intención este modelo (historicista) no logra sino imponer una interpretación posterior a una época. No debes desestimar tan ligeramente críticas de este tipo. La mayoría de tus estudios de ese momento están bajo la influencia de metodologías actuales, y es prudente que te liberes de ellas, o al menos, que te liberes del prejuicio de considerarlas superiores. Es precisamente la influencia de esas metodologías la que te lleva a “aferrarte” a una interpretación irrebatible (dogma) del comienzo y a hacerle “el juego” a tu sabes quienes.
Liborio, yo no he dicho que la política cultural empiece en 1961 y termine en 1971. No se trata de aferrarse a esos hitos, sino de reconocerlos como los parteaguas que fueron. LO que no implica que yo diga que la represión terminó en 1976 y le haga el juego "a la dictadura y a sus representantes culturales como San Ambrosio. " Tanto en "Desventuras de la conciencia crítica en la Cuba del sí"(en Otro lunes) como en "Límites del deshielo tropical"(que puedes leer en este blog) es evidente la diferencia entre mi planteamientos y el de los oficialistas. Que reconozca que ha habido etapas no implica que critique menos la política cultural y al régimen, como no implica una menor condena del socialismo soviético el señalar que allí también hubo etapas (la sdanochina) e hitos (el Congreso de Escritores de 1934).
Censor: Quien complica la cosa innecesariamente eres tú cuando afirmas que el socialismo venía de 1933; ya hemos discutido esto pero insisto en que no diferenciar entre el socialismo que se instala en Cuba desde que se nacionaliza casi todo, por un lado, y por el otro la socialdemocracia que caracteriza a la constitución del 40 es un error de fondo, error que te impide comprender en sus justos términos al castrismo. Los "otros" no son, claro, los que colaboraron con Batista, sino esos otros que se opusieron a Batista y apoyaron a la revolución en sus orígenes, creyéndola nacionalista y humanista, como se decía entonces. Cuando afirmass que "todos eran revolucionarios y sus ideas, si las tenían, se confundían con las del socialismo, como amantes del gran estado benefactor", vuelves a caer en el mismo error de bulto: hay una diferencia irrecuctible entre Mañach y sus discípulos, por un lado, y los partidarios del socialismo de estado, del otro. Si todos tenían, como dices, básicamente las mismas ideas, ¿por qué hubo tanta polémica y defendieron posiciones encontradas? Me acusas de partir de un dogma, pero eres tú el que partes de uno: todos los intelectuales contribuyeron a engrasar la maquinaria, la revolución era desde el primer día como fue después. En la medida en que esta tesis pierde de vista todo un proceso histórico donde determinadas fracciones fueron derrotadas (los que provenían de la lucha antibatistiana y se oponían a la deriva comunista), es que te digo que tu tesis es antihistórica. Mis estudios no están bajo la influencia de ninguna metodología actual. La diferencia entre tu posición y la mía no procede de una diferencia metodológica sino de la comprensión de determinados hechos. Básicamente: que tú confundes la socialdemocracia (quee s democracia) con el socialismo "real" (que es totalitaritarismo).
Duanel yo sé que es feo sacar trapos sucios, pero no queda más remedio que citar la carta de Virgilio Piñera a Castro el Grande.
"Queremos cooperar hombro con hombro con la Revolución, mas para ello es preciso que se nos saque del estado miserable en que nos debatimos. ¿Quiere usted un ejemplo entre muchos? Cuando un escritor cubano se dirige al director de un periódico a fin de que este le publique un artículo, la más de las veces obtiene rotunda negativa y hasta es tildado de raro. Y si acaso es complacido, que ni piense por un momento que su trabajo será pagado. Esta es la verdad y esta nuestra situación. Si como usted ha dicho, el cubano es muy inteligente y si nosotros somos lo uno y lo otro, es preciso que la Revolución nos saque de la menesterosidad en que nos debatimos y nos ponga a trabajar."
No me voy a poner a mencionar aquí a todos los intelectuales (tronados o sin tronar) que colaboraron y colaboran con la dictadura en algún momento de su historia.
Yo estoy de acuerdo contigo en que fue un proceso evolutivo, pero también con el censor de que todo estaba ahí desde el principio. Una cosa no contradice a la otra. El delirio de grandeza de Castro el Magno, su educación jesuíta, su infancia traumática, el mal entendido "marxismo" de Castro el Pequeño y del Comandante "entrañable transparencia", la tradición dictatorial latinoamericana, las burradas de la política norteamericana, el dogmatismo soviético, el desparpajo, el bochinche, el machismo, los prejuicios cubanos, el atraso económico social y cultural de los negros, la miseria e ignorancia de los campesinos, nuestra herencia burocrática de la administración española, estaban ahí desde siempre. Este era el abono de la historia cubana de los últimos 50 años. En las revoluciones las aguas se revuelven y el lodo flota y generalmente prevalece lo peor lo más conservador. Castro el Magno y sus Pavones. Por supuesto que esto tuvo una evolución, una fase más violenta de eliminación de enemigos y una fase más sofisticada de control y de institucionalización. Lo del totalitarismo se fue gestando, como consecuencia de todos estos factores especialmente como consecuencia de la invasión de Bahía de Cochinos, el inmperio desenvainó la espada y le dió la mejor oportunidad a Castro el Magno para desarrollar su megalomanía. Después de la crisis de los misiles ya no había marcha atrás para los dos bandos y Castro tuvo en sus manos al "enemigo" que le ha permitido seguir gobernando durante tantos años, con micrófono, sin micrófono, con uniforme o con chandal.
Coincide que el "enemigo" es un "enemigo" para todo el mundo, para los subdesarrollados poque le achacan sus miserias a veces no sin razón y para los desarrollados porque son la "competencia" que en el lenguaje capìtalista es "el enemigo". ¿o tú no crees que los españoles están aún resentidos por lo del 98? Ya lo tienen en vena, aunque muchos no sepan exactamente porqué.
Cuando Sabina dice en su larga entrevista que el gritara contra Fidel Castro, si no fuera por Bush, refleja la sicología de esta decadente Europa. Por supuesto es el mismo Sabina melancólico pequeño-burgués que paga a las putas para que conversen, se droga o se va al aeropuerto de Barajas con o sin amigos para despejar de sus miserias a cualquier lugar del mundo incluída La Habana, para luego regresar a Madrid a sus drogas y a sus putas. Posiblemente un individuo como este nunca comprenda porqué nosotros hacemos el viaje al revés pero para no regresar nunca.
Aseres, con esos ladrillazos, la estadistica de autoguiso va aumentar, de seguro.
mach
Bien, espero la recomendación de los escritores cubanos..Gracias ahh y te espero en mi blogg
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