No conozco las crónicas anticastristas que Eladio Secades publicó en México antes de morir a fines de los sesenta, pero no creo que haya tenido tiempo para atrapar ese tipo fundamental de la nueva sociedad que cabría llamar el “gusano viejo”. Viejo, digo, haciendo un paralelo con aquellos “cristianos viejos” que en tiempos de los Reyes Católicos se diferenciaban por la antigüedad de su sangre cristiana de los “nuevos” cristianos, judíos “bautizados de pie” para salvarse de la represión inquisitorial.
Y es que en Cuba hay gusanos viejos y nuevos. Los viejos, aquellos que siempre aborrecieron al régimen y desentonaban en medio del entusiasmo colectivo, son los mártires de Cuba Libre. Si no alcanzan la condición de santidad a la que acceden quienes han sufrido prisión política, sí merecen, por lo menos, la de beatos. Negados a “integrarse”, muchos de ellos nunca han hecho una guardia de comité. No suelen hablar de “Revolución” sino de “esto” o “esta mierda”. Este es “de esto”, decían de algún partidario del régimen.
Ahora que la gran mayoría de la gente se ha despolitizado, o francamente se ha “virado”, los gusanos viejos sienten orgullo de su histórica desafección. El tema “Soy gusano", que reivindica la razón de aquellos a quienes la dictadura consideró alimañas que había que exterminar, viene a ser una especie de himno de ese orgullo gusano que podría tomar como su Stonewall el día histórico en que un autobús de la ruta 79 impactó en los jardines de la embajada del Perú. Entonces, cuando la caída del sistema pareció más cerca que nunca, fue bueno revelarse gusano, ser escoria, y dentro de la embajada, se denunciaron los crímenes del comunismo internacional. El tiempo nos ha dado la razón.
2 comentarios:
No es Ichikawa, sino Rojas, Prieto, Lichi, et al: recuérdalo. Ya sabrás por qué.
Oye, cada vez te pones más críptico. ¿qué no es este sino los otros?
Publicar un comentario