No he leído aun el artículo de Jorge Domínguez del que se ocupa hoy Néstor Díaz de Villegas en Penúltimos días; a decir verdad, pocas ganas tengo de hacerlo después de haberme leído buena parte de su libro Cuba hoy. Analizando su pasado, imaginando su futuro, publicado recientemente por la editorial Colibrí. En las conferencias y artículos reunidos en ese grueso tomo, Domínguez se equivoca a menudo en los hechos y, por si fuera poco, no demuestra mucho profesionalismo como científico social. Poco agradables de leer debido a su mediocre prosa, estos escritos no entregan ni siquiera el rigor que se espera de un renombrado académico.
Sin llegar a ofrecer nunca una definición rigurosa de autoritarismo y totalitarismo, Domínguez afirma en algún momento que en los setenta el régimen era “autoritario” (p.92), pero en otros dice en cambio que era totalitario y sugiere que en los noventa se ha producido un tránsito al autoritarismo; y aun en otro llama “regímenes marxistas-leninistas autoritarios” a la Unión Soviética, China, Viet Nam Yugoslavia y Cuba (p.140) Más allá de este embrollo, lo que queda claro es la tesis según la cual en el hecho de que “el totalitarismo en Cuba siempre fue incapaz de lograr sus plenos objetivos y por tanto fue imperfecto o defectuoso” radica una diferencia distintiva con respecto a otros regímenes comunistas; a lo que cabría objetar que esa diferencia, de ser tal, no hace al castrismo menos totalitario, como no hace a la dictadura castrista menos unipersonal el hecho de que el dictador, incapaz de cumplir personalmente todos sus dictados, deba forzosamente delegar en otros algunas funciones. Según el estrictísimo criterio de Domínguez, tampoco los regímenes de Stalin o Mao serían, en rigor, unipersonales, pues el papaíto de acero no instaló él sólo el GULAG, y otras manos además de las del camarada de El libro rojo intervinieron en el exterminio de los gorriones de China.
Domínguez sostiene que el régimen castrista es una “oligarquía consultiva”, donde “el grupo gobernante consulta ampliamente en el ejercicio de su poder”. Afirma que “el sistema político cubano se apoya en la extensa participación política de los ciudadanos” y que esa “consulta extensa” distingue a Cuba de los regímenes autoritarios que no involucran a sus ciudadanos en asuntos políticos aun de esta manera limitada.” “No es una dictadura de un hombre solo. No es simplemente impuesta a un pueblo que no participa. (...) No es persistentemente represivo, física o violentamente, contra sus críticos internos.”(p.136) De las “consultas populares” de los ochenta dice que “este espacio político, modesto en tamaño, pero importante, ha sido siempre la válvula de escape del gobierno cubano”(202).
¿Quién no sabe que la válvula de escape no han sido esas ridículas rendiciones de cuentas donde no se podía ir más allá de quejarse del salidero de la alcantarilla de la esquina, sino la emigración? Errores así no son difíciles de encontrar en estos escritos de Domínguez, cuya falta de vista lo lleva a magnificar los triunfos del ejército cubano en Angola y Etiopía (que contrasta, en mi opinión erróneamente, con las derrotas de estados Unidos en Viet Nam y de la Unión Soviética en Afganistán) mientras apenas tiene en cuenta el estrepitoso fracaso de las guerrillas apoyadas por Cuba en América Latina.
A pesar de que reconoce la existencia de leyes antidemocráticas y de los presos políticos, Domínguez escamotea no poco la esencia represiva del sistema: “Los cubanos han estado en el curso de los años en desacuerdo con algunas de las directivas de su gobierno, de modo que existe un terreno fértil donde plantar las semillas de una oposición a aquel. Mas para comprender por qué el régimen se ha mantenido, es importante centrarse en hechos sobre los que pocas veces se habla fuera de Cuba, y es que, incluso entre sus críticos, el régimen puede ser visto como inepto en mucho de lo que hace pero no en todo lo que hace; ni tampoco es opresivo en todos los terrenos, en tanto que muchos miembros del partido son buenas personas.” (pp.202-203) Y en otro lugar: “No es una dictadura de un hombre solo. No es simplemente impuesta a un pueblo que no participa. No es ininterrumpidamente lo mismo que fue en la década de su fundación. No es persistentemente represivo, física o violentamente, contra sus críticos internos. En cambio, es un sistema político jerárquico y burocrático en donde el poder personal de Fidel Castro importa enormemente, pero mucho menos que en un régimen unipersonal. Ha habido cambios importantes que hacen que algunas características consultivas de la participación política sean significativas para los ciudadanos, quienes pueden quejarse y se quejan ahora respecto a casos de mediocre desempeño público o de defectuosos bienes de empresas estatales y servicios en las municipalidades.” (p.136)
Pero no es mi intención reseñar Cuba hoy; sino sólo dar a conocer un poco algunas de sus tesis, pues no todos han tenido acceso a ese libro ni a las publicaciones académicas donde aparecieron originalmente la mayoría de los trabajos que reúne.
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