jueves, 1 de febrero de 2007

El "quinquenio gris", según Ambrosio Fornet

Ya circula por los buzones electrónicos la conferencia de Fornet sobre el “quinquenio gris”, impartida ayer en la Casa de las Américas, cuando aun coletea el debate electrónico suscitado por la presencia de Pavón en el programa “Impronta”. Como era de esperarse, Fornet insiste en la comprensión del pavonato como una especie de desvío de una política cultural que se ha afianzado como “fenómeno irreversible a través de una práctica que ya dura tres décadas.” En su opinión, la irreversibilidad –la misma, al parecer, de la que habla el Secretariado de la UNEAC– se consolida desde que, con la creación del Ministerio de Cultura que en 1976 marca el fin del “quinquenio gris”, se recupera aquel “consenso” predominante en los sesenta y lamentablemente roto en 1971.
Las determinaciones del Congreso Nacional de Educación y Cultura, según sugiere Fornet, no expresan la política cultural definida en las Palabras a los intelectuales. Que este discurso y el de clausura de aquel evento fueron pronunciados por la misma persona es un hecho que Fornet, tan cauto como siempre, ni siquiera menciona. Desde su punto de vista, “La de PM resultó ser una polémica histórica porque dio origen a Palabras a los intelectuales, el discurso de Fidel que por fortuna ha servido desde entonces –salvo durante el dramático interregno del pavonato-- como principio rector de nuestra política cultural.” Desde el nuestro, aquel debate fue histórico porque, con la reafirmación de la censura de PM, el cierre de Lunes de Revolución y la creación de la UNEAC, marcó el comienzo de un proceso de “clausura” que, dejando por el camino a buena cantidad de grupos, revistas y proyectos culturales, culminó en 1971.
Hablando de la homofobia institucionalizada por la Revolución, Fornet rechaza totalmente “la idea, que (le) parece cínica e inexacta, de que ese ingenuo o estúpido voluntarismo tuviera algo que ver con la aspiración a forjar un “hombre nuevo” –uno de los más caros anhelos del hombre, anterior al cristianismo, inclusive-, tal como fue enunciada en nuestro medio por el Che...” La represión estatal de la homosexualidad es, según Fornet, más bien un producto de la conjunción de los prejuicios tradicionales y el efecto de plaza situada que conducía a la promoción de las virtudes viriles. Pero más adelante, cuando se pregunta si hubo copia de la Revolución Cultural china y habla de la consideración de la homosexualidad como “una especie de lepra incubada en el seno de las sociedades clasistas”, evidentemente se contradice: la institucionalización de la homofobia es parte orgánica de los proyectos de ingeniería social que han desarrollado los regímenes comunistas; algo que la Unión Soviética de Stalin y la China de Mao comparten no con las sociedad burguesas del siglo XX sino con el otro modelo totalitario que entraña la utopía del hombre nuevo: el nacionalsocialismo.
También se contradice, por cierto, Fornet cuando –escamoteando la realidad del caso Padilla, cuya confesión no fue, evidentemente, sólo un intento de este de enviar un mensaje al exterior sino en primer lugar consecuencia de presiones policíacas– dice que “su larga experiencia como corresponsal de prensa en Moscú lo había convertido en un escéptico incurable –hasta el punto de que aun bajo el sol tropical se sentía asediado por los fantasmas del estalinismo”. Pues antes Fornet ha reconocido que estos fantasmas existían, cuando afirma que muchos intelectuales del PSP que ocupaban importantes posiciones eran partidarios del realismo socialista. Un realismo, por cierto, que nunca fue oficialmente declarado como doctrina por el Partido pero que sí puede olerse en las tesis sobre la cultura artística y literaria aprobada en el Primer Congreso del PCC, en 1975.
Por último, una aclaración. Los artículos firmado por Leopoldo Ávila en Verde Olivo son más que los cinco mencionados por Fornet. Antes que el ataque a Cabrera Infante, se publicaron, el 20 y el 27 de octubre de 1968, otros dos, contra La vuelta a la manzana, de René Ariza, y Dos viejos pánicos, de Piñera, respectivamente.

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