lunes, 12 de febrero de 2007

Dos réplicas a Byrne

¿Quién no ha recitado, en la escuela, el poema de Byrne? ¿quién no se sabe de memoria algunos de sus versos? Parte importante del culto patriótico en tiempos de la República, ese soneto se convirtió, desde la famosa recitación de Camilo Cienfuegos, en cifra del nacionalismo revolucionario. En su poema "A Bonifacio Byrne", el Indio Naborí, apologeta y cronista de la Revolución, celebra en ella el final de la frustración con que nació la República: la bandera sola, entera... Díaz de Villegas, poeta de la contrarrevolución, percibe en cambio la destrucción de aquella emoción patriótica propia de los tiempos republicanos: las banderitas, deterioradas como organismos en descomposición, representan el horror cometido en nombre de la patria.

Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí

“A Bonifacio Byrne”

Bonifacio Byrne, mira tu bandera
soberana, entera...

Ni el mástil ni una franja triste,
toda fulgurante como la quisiste,
como no la viste desde la ribera.
¡Ah, si se pudiera volver de la muerte
como del destierro, y tú regresaras,
y vieras el triunfo de tu pueblo fuerte
-la luz de tu estrella brillando en las caras-,
que canto saldría de tu corazón
al ver en el Morro tu bandera sola!

¡Tu bandera blanca, zafir y amapola
flotando en sus aires de liberación!

Donde basta ella, nada más que ella, altiva
cubriendo su espacio insular.

Banderas, hermanas, que, en vez de opacar,
aumentan, reafirman la luz de tu estrella,
pueden amorosas con ella flotar.

Bonifacio Byrne, vive todavía
el amor cantado por tu poesía.

Y si el enemigo, con fieros zarpazos,
hiere tu bandera,
nuestros grandes muertos alzarán los brazos
para levantarla, ¡soberana, entera!


Néstor Díaz de Villegas
Último poema de Héroes

Hay una rota, otra descolgada;
en menudos pedazos ya desecha
otra se agarra al cabo de una mecha,
esta está vieja y muy desmejorada.

Ya nunca anunciarán sentida fecha
ni los festejos de la patria amada,
siempre ondearán delante de la Entrada
donde algún vendedor taimado acecha.

Hileras de estropeadas banderitas
bailotean, abúlicas y plásticas
contra el cielo tisú como mosquitas

muertas, minimalistas y eclesiásticas:
en sus pechos de flámulas malditas
se adivina el latido de las suásticas.

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